lunes, 22 de octubre de 2007

Hasta siempre...

El pasado sábado azotó las ondas españolas una desgarradora noticia. Juan Antonio Cebrián, un periodista, un escritor, un genio, murió porque un infarto acabó con su vida a los 41 años. Tan solo quiero dedicarte estas líneas, Juan Antonio, donde quiera que estés, porque para mi fuiste más que un locutor de radio, fuiste quien me acompañaba en las largas horas nocturnas, vacías y oscuras y quien aportabas una nota de color a los sueños con tu cálida voz y tus apasionantes historias. Me descubriste la historia, me firmaste tus libros que me han enseñado tanto y me han ayudado a comprender un poquito más de nuestro pasado. Durante mucho tiempo has sido un ídolo, un maestro para mí, pues convertías todo en algo ameno y divertido y hacías que todo cobrara sentido, no solo por lo que contabas sino por cómo lo contabas. Así pasé muchas noches escuchando tu programa, La Rosa de los Vientos, y los misterios que desvelaba junto con tus colaboradores. Me encantaba oír esa música que iniciaba tu momento, ese 'sonido inconfundible', como tú lo llamabas y que me preparaba para oír todo lo que querías contarme. Por todo esto, Juan Antonio, quiero despedirme de ti y quiero que sepas que cada vez que abra uno de tus libros y oiga alguno de tus Pasajes de la Historia me acordaré de ti y de que fuiste más que un maestro, un amigo. Hasta siempre.

miércoles, 10 de octubre de 2007

The Islander

El isleño terminó de atar las velas al mástil de su pequeño barco. Se limpió las gotas de sudor de su frente con la manga de su cazadora de cuero negro y se sentó en el suelo. Estaba anocheciendo y a la medianoche partiría. Contempló la inmensidad del mar que se extendía ante sus ojos y un escalofrío recorrió su cuerpo y se detuvo en su nuca. Aunque el agua estaba completamente en calma y la luna cada vez más alta en el cielo; no podía evitar tener miedo. El viaje que quería emprender no tenía retorno. Dejaría su isla para siempre. Diría adiós a todo lo que allí se quedaba, solo quería marcharse para nunca volver. Era lo único que podía dar sentido a su vida.

Encendió su pipa con lágrimas en los ojos. No conseguía evitar estar triste a pesar de todo. Sabía que en su trayecto le esperaban tormentas, noches a la deriva, navegaciones sin rumbo y días de viento fuerte. Pero no le importaba. Solo quería seguir adelante y descubrir su destino para conseguir ser feliz, aprovechando esas corrientes de aire para continuar. Lo importante era no rendirse y no desistir. Dio dos caladas y el humo ascendió hacia las estrellas. Un brazo rodeó el hombro del isleño.

-Cariño, es tarde - dijo una voz femenina.

El hombre se dio la vuelta y se atusó sus barbas canas.

-Lo sé. Quizá emprender el viaje no sea tan difícil...

-Será muy difícil olvidar como tarareabas cada mañana mientras preparabas tu barca para pescar - sentenció la mujer.

- Pensaba que era feliz. Pero me he dado cuenta de que debo encontrarme a mí mismo, y hallar mi destino.

Ambos se abrazaron. El isleño subió a su velero. Todo estaba preparado.

- ¿A dónde irás? - preguntó la voz suave de aquella mujer mayor.

- No me esperes despierta. Voy a los confines del mundo.

Soltó la vela que se infló con el viento. Los ojos de la señora siguieron al isleño hasta que desapareció en el horizonte.

Gracias, Nightwish, por la inspiración de vuestra canción. Os la recomiendo. Se llama 'The Islander'.