domingo, 2 de marzo de 2008

Perturbado

Me pesaban los párpados como si estuvieran hechos de mármol. Cada vez que intentaba hacer un esfuerzo por abrir mis ojos venían aquellas punzadas insoportables que antes de dormir había sentido por todo mi cuerpo a causa de las cadenas. Lo comprendí. Aunque no podía verlo, sabía que mis párpados también estaban sujetos al suelo por una mínuscula cadena de hierro. Ni siquiera podía llorar, porque las lágrimas se aglutinaban en mis pupilas y presionaban mis ojos provocando un dolor insoportable.

'No te duermas'. Una voz susurró en mi interior. Era profunda y fría, como el sonido que hace el viento al introducirse en los recovecos de una catedral abandonada. Extrañamente familiar, punzante como astillas de hielo, sarcástica como la sonrisa de la muerte. Pensé que nunca jamás quería volver a oírla. Pero pronto descubriría que no sería tan fácil librarse de ella. Daba miedo.

'¿Qué te pasa?¿Tienes miedo?' No. No quería responder a esa pregunta. Solo quería que el dolor de los grilletes volviese a mi cuerpo para olvidar ese sentimiento, esa sensación de terror a lo desconocido.

'Pobrecito. ¿Estás seguro de que quieres seguir gobernado por esas cadenas?'. Tampoco contesté. Solo me preguntaba como podía estar adivinando cada una de las cosas que pensaba, como fantasma del pasado, del presente y del futuro. Un viento gélido agitó mi pelo y un escalofrío ascendió hasta mi nuca.

'Eres un cobarde. Solo estás aceptando un destino inexistente. Te niegas a escuchar porque prefieres esconderte en tus sueños más remotos, más profundos, simplemente para olvidar tu situación. Simplemente para olvidar tu vida. No quieres recordar que estás encadenado como un vulgar delincuente por un delito que probablemente no cometiste. La esperanza no es un principio pasivo. No basta con pensar. Hay que ser. ¿Esperas a que alguien te libere? ¿Por qué? ¿Acaso tú, hombre que se cree caritativo, bondadoso y piadoso, te arriesgarías a liberar a un hombre encadenado? Y si lo hiceras, ¿no lo harías para que alguien te debiese un favor?. Cuántas veces con la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo.

Eres débil, un incapaz de controlar su propia vida: rechazas tu cuerpo y todo lo que en él nace, adoras tu mente porque te esconde de tu cuerpo y adoras a un dios muerto, que cubre tu mente. Eres débil porque careces de odio. Eres débil porque careces de amor. Eres débil porque careces de ideales. Lo que tú crees ideales solo son ideas podridas en un mundo de ensueño, inalcanzable porque no existe. Eres débil porque solo piensas en ese mundo, negándote a ti mismo y a tu verdadera existencia. Estás encadenado . Los verdaderos héroes, las leyendas son las que creen en su vida. Yo quiero ayudarte a vivir tu vida, solo tú eres dueño de ella. Quiero que seamos socios...'

'¡Callate!' Grité sin pensar. Y de nuevo esa brisa helada traspasó mi cuerpo. 'Eres un egoísta.' Me decía para mis adentros. 'Yo quiero vivir como los demás mi vida es la de todos y no puedo ser distinto. Solo siendo siervo de estas cadenas me siento libre y hago el bien. El sufrimiento y la contingencia del mundo reclaman que exista un mundo universal, y necesario en el que el orden y el equilibrio...'

'Además de débil eres un necio. El mundo es el que es y solo tú puedes decidir aceptarlo y vivirlo o resignarte y morir resignado, como un camello que soporta su carga, la que él cree su honorable carga, que en realidad es un lastre absurdo que en última instancia te hace perecer con la esperanza de un mundo mas justo, de una recompensa. Dime, ¿No es más honorable buscar la justicia? ¿Quién eres tú para hablar de la libertad? ¿Quién eres tú para hablar del bien y del mal?' Cuestionó aquella voz árida. 'Es demasiado pronto, para pensar en la libertad'. Volvió a sugerir.

'No quiero escucharte más. Vete ahora y nunca vuelvas'. Sentecié.

'¿Estás seguro?'. Susurró aquella voz lánguida y sensual. 'Podemos hacer muchas cosas juntos. Sí. Podríamos hacer grandes cosas. Embriagarnos de todo aquello que tus cadenas te niegan. ¿Qué prefieres? ¿Orgasmos? ¿Amor? ¿Placer? ¿Fama? Sí. Grandes cosas... Toma mi mano y sígueme. Solo necesitas creer en mí. Y yo solo soy tú. Cree en ti y te concederé el poder. Vamos. Seamos socios. Siente el poder.'

'No'. Pero como un filtro incorpóreo la voz penetraba en mis tímpanos. Me picaba la curiosidad. Lo quería.

'Lo quiero todo... y lo quiero ya'. Afirmé, sonriendo. 'Sea pues'. Y una cuchillada de hielo atravesó mi pecho. El calor recorrió mi cuerpo. Un ardor frío, el que producen las heladas noches de invierno. Es el frío que corta la piel y siega las venas. Entonces las cadenas volvieron a tirar de mí arrancándome un alarido de dolor que recorrió toda la celda.

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