martes, 4 de septiembre de 2007

Él Ángel Negro de la Venganza

La katana cortó el aire y chocó contra el filo de una hoja negra como la amatista que reflejaba la luz de la luna.

-¿Estás asustado? - preguntó Rinaro-kun mirando fijamente a su oponente .

- Nunca me había sentido más vivo - contestó el joven con los ojos vendados por un pañuelo negro.

En aquel jardín, los lotos estaban floreciendo y dejaban su estela blanca sobre todos los rincones de la pequeña parcela. Los pétalos tan solo eran quebrados por los silenciosos y controlados pasos de Rinaro-kun y de su desconocido enemigo. El pelo rubio de Rinaro-kun le cubría la frente hasta las cejas y su túnica blanca se confundía con las flores del jadrín y con el arma del adolescente.

Su contrincante lucía una túnica negra que hacía juego con su cabello oscuro y con la venda que cubría sus ojos. El chico apretaba fuertemente en su mano el mango de una elegante katana también del color del azabache.

Las dos espadas volvieron a surcar el aire, y la punta de la que empuñaba Rinaro-kun se quedó a un palmo de la nariz chata del desconocido.

El adolescente rubio se había visto sorprendido en su mansión de primavera, al sur de Japón. Pese a su origen estadounidense, siempre había mostrado interesado por la cultura oriental, lo que le llevó a entrenarse en el manejo de la katana y a continuar los negocios de su difunto padre en el país del sol naciente. El ataque del misterioso joven de traje negro le había pillado desprevenido, pero no estaba dispuesto a perder contra ese principiante en una disciplina en la que se había entrenado durante toda su vida.

- ¿Quién eres? - dijo Rinaro-kun lanzando un nuevo ataque.

- Solo alguien proveniente de la sombra que busca venganza. Mi nombre no importa de momento. Tan solo el porqué de mi llegada. - sentenció el chico en un susurro, rechazando el filo blanco de la espada de su contrario.

Rinaro-kun estaba desconcertado. A continuación se sucedieron una serie de ataques rápidos por parte del desconocido, que fueron bloqueados a la perfección por su adversario. Aquella figura negra lanzó una fuerte patada hacia el estómago de Rinaro-kun, que supo reaccionar perfectamente dándole un codazo en el pómulo y dibujándole un tajo vertical en el hombro con la katana color perla.

Rinaro-kun observó como su túnica blanca se había manchado de un reguero de sangre a causa del corte que había propinado a su enemigo.

- Eso es- dijo el adolescente vestido con las ropas oscuras - Eso es, Rubai-san. Hazme sentir vivo otra vez.

Rinaro se extrañó por el nombre que había utilizado el desconocido. Nunca había oído a nadie llamarle así. Y menos con esa determinación, con esa... frialdad. Pero no tenía tiempo para pensar, pues fugazmente la katana de su contrincante se avalanzó contra su pecho en un corte vertical. Rinaro-kun saltó hacia atrás para evitar el ataque. Pero, como un ángel negro, la espada contraria volvió hacia él, esta vez con más intensidad. Solamente el filo blanco de su arma, manchado todavía de sangre caliente, se interpuso entre su cuerpo y aquella cuchilla oscura.

Dando tres volteretas hacia atrás, el joven de negro consiguió evitar la estocada de Rinaro. En el aire desenfundó una nueva katana, negra como la anterior, pero notablemente más antigua.

- Es horas de que conozcas a Fukushu y Jiyu, pues el día en que te atraviesen, Rubai-san, yo seré libre - volvió a susurrar el adolescente de traje oscuro.

- Antes comprobarás que para derrotarme no has de ser un maestro. Has de ser una leyenda - contestó Rinaro-kun, seguro de sí mismo.

Las estrellas y la luna llena iluminaban el jardín. Un silencio tan solo roto por el silbido de las armas y el chasquido de sus filos al chocar.

Rinaro dio una voltereta para esquivar a Fukushu y rodó por el suelo para no recibir la estocada de Jiyu, que quedó clavada en el suelo, haciendo volar los pétalos blancos de los lotos.

El manejo de las katanas por parte del desconocido era espectacular. Sus giros de ciento ochenta grados le permitían lanzar ataques a una velocidad vertiginosa con ambas armas. Sin embargo, era aun más increíble observar como Rinaro-kun bloqueaba todos sus ataques mientras se dibujaba una sonrisa en su cara.

Y así , el misterioso adversario recibió un nuevo corte que le cruzó las abdominales de izquierda a derecha. El joven del traje negro se agachó y vomitó sangre que tiñó la blancura de los lotos con el rojo. Jadeando se levantó con cuidado, clavando a Fukushu en el suelo y apoyándose en ella.

- No he terminado aún - sentenció la oscura figura suavemente sin que su voz cediera ni un ápice.

Con una media sonrisa, el adolescente de ropa oscura alzó por encima de su cabeza con su mano derecha a Fukushu tras separarla del suelo, y mantuvo con su mano izquierda a Jiyu por debajo de los hombros.

- Qué pena que antes de morir no puedas ver el rostro de la persona que te ha derrotado - dijo Rinaro-kun.

- Qué pena que necesites carcajearte de la persona que te asesinará para infundir valor a tu espíritu - contestó el chico con sus ojos todavía vendados.

Furioso, Rinaro-kun atacó a su oponente. El enemigo lo esquivó sin problema y se puso a la espalda del chico de blanco.

- Frío, frío, Rubai-san - susurró el adolescente de negro al oído de su contrario, mientras posaba delicadamente la punta de Jiyu sobre los lotos y alzaba a Fukushu.

Rinaro-kun se dio la vuelta rápidamente y alzando su katana blanca con las dos manos la dirigió hacia la cabeza del enemigo. Pero aquella sombra negra frenó el golpe con sus dos espadas cruzadas.

- Ahora ambos estamos al límite - dijo Rinaro-kun.

- No, Rubai-san. La fiesta ha acabado.

Acto seguido y en un rápido movimiento desplazó a Fukushu y a Jiyu hacia atrás, para cruzar las katanas de nuevo sobre el pecho de Rinaro-kun. Dos cortes sangrantes aparecieron sobre la ropa del joven de túnica blanca. Agotado por un dolor ardiente, se arrodilló sobre los lotos.

- ¿Quién eres? - volvió a preguntar Rinaro-kun, esta vez con una mueca de miedo en el rostro.

El viento nocturno elevó dos pétalos blancos que giraron en espiral en el aire para luego desaparecer por encima del techo estilo oriental de la mansión.

- Soy Ayanami Seruhio-sama. He venido a matarte. - dijo el chico de negro.

- Mi nombre es Shisui Rinaro- contestó jadeando el otro joven.

- ¿Acaso has olvidado tu verdadero nombre Rubai-san?

- Yo no me llamo...

- Shh... - articuló Ayanami, levantando la cara de Rinaro-kun con Fukushu - Recuerda los campos de Ohiwa... Tú la mataste.

- ¿Vas a asesinar a un antiguo amigo?

- El perdón es para los débiles que no saben aceptar sus errores y necesitan que otros lo hagan por él.

- No puedo aceptar mi derrota - sentenció Rubai haciendo ademán de levantarse.

Seruhio-sama posó suavemente a Jiyu sobre la parte trasera del cuello de su oponente.

- La venganza no la devolverá a la vida. Es cierto, entonces la venganza no tiene sentido. Nunca lo tendrá si tan solo ocupa una mínima parte de tu vida. Únicamente es un sentimiento fuerte cuando ocupa todos los resquicios de tu alma y no necesitas más alimento que tomar que la venganza, mas aire que respirar que la venganza, más calor que sentir que la venganza que arde en tu interior. Nunca olvides mi nombre, ni tu verdadero nombre. Lo necesitarás para enfrentarte conmigo en el infierno.

Rubai-san se levantó de pronto y lanzó su katana contra el estómago de Ayanami. En el último momento, éste logro esquivar el golpe, que sin remedio le atravesó el hombro. Rápidamente Seruhio-sama proyectó a Fukushu hacia los ojos de Rubai-san y de un tajo le dejó ciego. Con el brazo izquierdo, dirigió a Jiyu hacia la garganta de su oponente.

Una fuente de sangre surgió del cuello del joven de túnica blanca.

-Ahora soy libre - susurró Ayanami Seruhio-sama enfundando sus katanas y separando la espada blanca de su hombro.

El cuerpo de Rubai-san cayó inerte sobre el suelo levantando un ejército de pétalos blancos que se dirigieron hacia el joven de negro. Tras quitarse la venda de los ojos, Ayanami Seruhio pudo comprobar que la túnica de Rubai-san se confundía con la alfombra de lotos blancos que lloraban en silencio.

Kun es un sufijo utilizado en el idioma japonés para tratar con chicos con los que se tiene cierta confianza. San es un sufijo utilizado en el idioma japonés para dirigirse a personas que se acaban de conocer o a aquellas con las que apenas se tiene trato. Sama es un sufijo utilizado en el idioma japonés para referirse a personas superiores en la escala social. Fukushu significa 'venganza' y Jiyu 'libertad'.

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